Así como en mis pinturas y mis apuntes, todo mi taller es un despliegue dinámico de superposiciones. 

Todo lo que sé, lo uso como herramienta y lo que no entiendo de mi es lo que más me dispara cosas. 

Todo lo que me atraviesa tiene un lugar. Cuando uno maneja cierta información no la puede evitar. Cada cosa nueva se amontona sin negar lo anterior, pero transformándolo.

Si bien puede parecer que nada tiene que ver con nada, prefiero proponer una imagen más sincera de eso que soy o de lo que resulta en mi encuentro con el otro. 

Necesito detenerme en la construcción de mi entorno creativo y entenderlo como camino ineludible de una imagen compacta y sintética de todo lo que me pasó para llegar a esa obra.

Asumo que resultó de todo eso que hago entre que me propongo un objetivo y no lo cumplo.

Trabajo en eso, en todo esto que se construye a mi alrededor sin proponérmelo. En eso que también se transforma y crece con el tiempo, en todo lo que no tengo ni puta idea de cómo hice.

He decidido no ocultar ese proceso y que esa construcción no termine nunca.

¿Por qué comemos la comida por separado cuando sabemos que todo se revolverá en el mismo lugar?¿Cómo se vería un plato en el que se combine todo lo que vamos a comer en el día? No hace falta resignificar la comida, sino que sólo esté junta.

Bolche.