SIN VUELTAS
Nacho Pautasso
Emiliano Bonfanti – 14 de abril al 26 de mayo del 2023.
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DISTORSIONES | EMILIANO BONFANTI
14 de abril al 26 de mayo del 2023
Todo comenzó pensando en el paisaje como un hecho plástico, en cómo poder traducir esa fascinación por la naturaleza a dibujos o pinturas. En un intento de eternizar ese instante y agregar aún más belleza a partir del lenguaje plástico. En un primer momento fue el paisaje litoraleño del río y sus islas, los recurrentes viajes a Corrientes me generaban cierta contemplación meditativa del entorno. Al estar parado sobre la costa o flotando sobre el agua, viendo esas infinitas islas suspendidas sobre el horizonte, me invadía la idea de lo atemporal que conllevan los paisajes naturales, como si se perdiera total noción del tiempo.
Ese también fue el momento en que entré en contacto con la fotografía, con la idea de registrar el instante.
En los últimos años en la Escuela de Arte continuó la exploración sobre las imágenes y el imago mundi propio, me acerqué mucho más al entorno natural que me rodeaba. Habiéndome criado en un pequeño pueblo rodeado de grandes extensiones de campo y con las repetidas visitas al arroyo más cercano, sentía que era ese el lugar y los paisajes que me interesaban utilizar para mis obras. De esas interpretaciones gestuales a partir de fotografías nacieron dibujos y pinturas basados en el conocido cadillo amor seco, que se transformaron en mi primera serie de obras en las que el atiborramiento de líneas llenaba la hoja, la tela o la madera, con carbonillas o pasteles, en positivos o en negativos.
Indagar en distintos modos de llegar a la obra fue una búsqueda constante: dibujos que surgieron del resultado de frotar sobre los pisos de las aulas de la Mantovani, mediante telas y carbonillas y con el agregado de algún pequeño dibujo arbóreo, se transformaban en las grandes extensiones horizontales del tan conocido y visitado paisaje rural.
Conocer en primera persona algunos dibujos de Supisiche me marcó profundamente. Las tintas en blanco y negro del pintor del litoral me conmovieron con su minimalismo y expresividad, y así me incliné por la fuerza del alto contraste acromático. Recuerdo también algunas pinturas de Argüelles en las visitas al Salón del Rosa Galisteo que en sus imágenes del Río Paraná y sus juncos, casi fotográficos, hicieron huella en mi búsqueda.
Inmerso en esa exploración, encontré una fuerte predilección por el pastel tiza, la intensidad del negro y el recurso de poder difuminar el residuo que dejaba metiendo los dedos en las obras fue algo muy placentero y eficaz. Por momentos fue el papel, pero cuando los paisajes comenzaron a pedir más amplitud, llegaron las telas. La fotografía seguía siendo una gran herramienta, y con la incorporación de un pequeño proyector, comencé a revelar a mano, pulso y pastel, esas fotografías que rompía editándolas para lograr ver un posible dibujo. Los resultados me parecían hipnóticos y fascinantes. Este recurso me permitía jugar con los gestos gráficos sin perder del todo la imagen original. Para ese entonces ya había conocido la obra de Stupía y estaba encantado, sus obras me conmovieron y marcaron, por la variedad de recursos gráficos y abstractos, por la complejidad de lo simple. Y porque también me abría a pensar otras posibilidades del concepto de paisaje.
Seguí buscando más extensión de la que la tela y el papel me daban, y comencé a proyectar y dibujar directamente sobre la pared. Este recurso y estos dibujos hicieron posible traer paisajes prácticamente a escala real dentro de las salas de exhibición.
Luego de las series basadas en fotografías, comencé a indagar en los elementos propios del paisaje. Guiado por la idea de perpetuar aquello que se transformará por el paso del tiempo, ingresé al taller algunas ramas de los sauces que habitan mi patio; la proyección de sus sombras fueron los límites de esas nuevas pinturas. Luego los modelos fueron todas las plantas del entorno y hasta los arbóreos linderos recolectados, que con sus sombras configuraban los nuevos dibujos. Esquiagrafías se los denominan a estos y remiten a Apolodoro y al mito griego de la esposa que dibuja sobre una pared la silueta de sombra que proyectaba la luz de la vela del perfil de su amado antes de partir.
De esas sombras pasé directamente al entorno, en medio del paisaje. Haciendo uso, esta vez, de esa atmósfera y de las sensaciones experienciadas, captando las texturas, las sombras y lo que el bosque le susurra íntimamente a la obra. Una experimentación de papeles del tipo vegetal, sensibles a los frotados y estampaciones. Carbonillas, pasteles, grafitos, pinturas acrílicas y barnices, extremando límites, permitiendo excesos. Pliegues, bollos y la propia mano como moderadora de ese diálogo inesperado y azaroso entre materia, soporte y entorno.
Así comenzó una etapa de construcción más intuitiva y disruptiva de los cánones de representación del paisaje. La creación de formas más rústicas y con ciertas libertades que, por momentos, ceden el control, y en otros son muy controlados. Me interesa reflexionar en ese lugar intermedio entre la figuración y la abstracción, en el diálogo entre el espacio geográfico y el psicológico, entre lo intuitivo y lo racional.
Hay algo en ese lugar intermedio donde no existe una imagen clara de la perspectiva del paisaje, donde la dualidad en las formas se entremezclan con lo pictórico y se fusionan hasta convertirse en otra cosa. Y allí, en la pintura, aparece un sentido y un lugar muy diferente. Es en ese ir y venir de un lugar a otro, que encuentro sentido a mí mismo, como persona y artista viviendo y representando en esta geografía.
En esas idas y vueltas arribo a las series de pinturas que denomino paisaje quebrado, un conjunto de piezas pictóricas realizadas en distintas acciones que luego reagrupo desde una perspectiva relacional-formal en un gran cuerpo de obra. Es un intento espontáneo sobre una pintura libre de formas o estructuras preconcebidas, de pura presencia, y que da protagonismo reinante a lo imprevisto del gesto y su materialidad. Los papeles empastados a dedo, mano y pincel son un diálogo íntimo y sincero con los materiales.
Todo este recorrido tiene como destino la muestra Distorsiones, que presento como un pasaje por las distintas etapas y aproximaciones a un mismo paisaje. Como una posibilidad de que objetos de la naturaleza formen parte de una obra que reinvento con imágenes con las que me sigo encontrando. Como un revisitar otros modos lugares que dialogan con la metáfora de recuerdos por los que circulo como en un espiral.
Emiliano Bonfanti
Nacho Pautasso
Gabriela Muzzio, Paulina Scheitlin, Veronica Orta, Maria Crosetti, Elvira Ferrazini
Sofía Rossa
Emiliano Bonfanti
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