UN TUPPER LLENO DE COSAS DULCES
Ignacio Olivier
Sebastián Bona – 17 de mayo, al 26 de julio.
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POR FIN UN JOVEN DRAMEANDO
POR FIN DRAMA
Dice que le dije qué tan física podía ser su obra
dice que no supo qué decir.
Un océano se vacía
viajan los restos, las partes, los detritos
por cloacas, intestinos, valijas, macetas, carteras, bolsillos,
agua y aire, fuego y tierra,
un océano se está vaciando.
Cuando un pájaro está quieto, seguramente está lastimado o está escayolado
o está dibujado.
Por fin un joven confesándose
abriendo las venas de un viaje clásico, Latinoamérica-Europa.
Fue a buscar a Italia esa academia espacial en las ruinas, encontró frutas, materiales y ruinas.
Ya conocía la academia argentina, pero El señor pájaros, como se nombra es de Rufino, Provincia de Santa Fe, y en la tradición había que viajar.
No heridas.
No taxidermia.
Esta quietud no tiene olor ni rigidez ni se llena de polvo.
Sale a caminar por las calles antiguas, repletas de músculos, cada tanto ve un punto de polen y sabiendo que debe seguir, sigue.
Por fin un joven drameando, ¿Pero drama de qué siglo?
Siglo XXII, como el océano, su caudal y su resaca sigue alimentándonos,
cuidado se está levantando.
Charlamos, declara obsesiones de un alma antigua buscando una academia a la que le faltaba el cuerpo.
Los pájaros dejan observarse en la muerte, en el arte, en las catedrales o iglesias de villas o en las mesas de bares apartando migas. Nunca quietos, solamente cuando están lastimados, no se dejan tocar y no nos quieren. Sepámoslo. Una historia de ecocidios martirios, acabamos con todo.
Bona artista de escritorio, usa en varias ocasiones ese chiste. En todo caso cuando se concentra en el trampantojo o trompe–l’œil, lo es, lo es en las hojas Fabriano de 20 x 20. Queremos tocar esos dibujos queremos descifrar esos proto-textos queremos recordar si estos pájaros modelados tienen su correlato en esculturas de yeso de jardines provincianos. O nada de eso importa. Es ficción arqueológica.
Y está el artista que se pregunta cómo entrar un pájaro muerto a un gran cuarto. Con una ternura extrema los baja a la tierra, no hay gomera acá, hay un pudor un dolor, gesto barroco ensimismado en el detalle y en la totalidad. Extraer una parte de la catedral, hacerla nicho y memoria ofreciendo el cielo total, de planetas y husos horarios. La obra se vuelve desafiante, cómo entrar un pájaro a un cubo blanco de 17 metros x 8 cuando no hay ventanas.
Claudia del Río
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