Sostener el fuego

Miranda Sarkis – 27 de septiembre al 29 de noviembre

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SOSTENER EL FUEGO | MIRANDA SARKIS

Texto: Verónica Gómez

27 de septiembre al 29 de noviembre del 2024

 

Ocho pasajes sobre la obra de Miranda Sarkis

1-Las vetas de arcilla se buscan cerquita de la ruta nacional 75, en Sanagasta, provincia de La Rioja. Desde Córdoba capital, su actual residencia, Miranda Sarkis recorre unos 500 kilómetros para encontrarse con su material. El auto es prestado. Lleva una botellita de agua, cajas, rastrillo, pala, bolsas de las fuertes, las que se usan para escombros. Lleva compañía. Hay que distribuir tareas y pesos. Una vez los acompañantes fueron sus padres, los mismos que la trajeron al mundo en esas tierras coloradas, en 1994. 

2-Desde esas tierras coloradas, Miranda trae al mundo formas que en el fuego se convierten en cerámicas y que luego serán suspendidas en el aire, en esta sala oscura, de otra provincia, con tierra de otro color, Rafaela, Santa Fe. 

3-Para obtener la arcilla y saber si va a servir, hay que tirar un chorrito de agua y amasar, hacer la prueba de elasticidad. Si se rompe se descarta, si resiste el estirado, se acopia. La arcilla se pone en cajas. Se pesan. Se dividen de a 10 kilos. Se envían a Córdoba por correo. Al muchacho del correo le llama la atención el peso de las cajas. 

4- Qué dibujos trazan nuestras obras hasta llegar a destino, cuál es el mapa de las itinerancias, las idas y vueltas, los lazos afectivos que son como cuerdas estiradas ahí donde el viento hace silencio y los oídos siguen zumbando. 

5- Piedras, raíces, espinas, ramas, residuos de plástico, plantas pequeñas. En el paso de la tierra por el tamiz quedan fuera de la ecuación. Sin embargo, insisten en regresar a las manos de Miranda en forma de una piedra que un amigo regala, un obsequio de mica negra, algunos pedazos de raíces o ramas que eludieron la discriminación del tamiz. Esas incrustaciones provocan grietas o dibujos en el horneado, algo así como el murmullo de la memoria sobre las superficies, un tesoro tosco y honesto que los dedos recorren y ansían identificar, un punto de anclaje en la vastedad ancestral. 

 

6- Las piezas son quemadas a leña y carbón en un horno desmontable de 200 ladrillos que Miranda construyó sobre su asador. Los ladrillos de medidas irregulares y caras escarpadas, generan rendijas por donde es posible espiar el fuego. Durante la espera, la artista es hipnotizada por esas mirillas refulgentes que los ladrillos oscurecidos por el humo subrayan. Mientras el horno da la forma final a su secreto, ella permanece casi a ciegas, como nosotros ahora, en esta sala a oscuras, auscultando oquedades que nos incitan a traspasar las cortezas y reencontrarnos con la cualidad constructiva de la mirada.  Como el río a su lecho, el ojo se apega a la observación imaginativa en un acto de supervivencia poética. 

 

7- Estas piezas permiten mirar a través. Incluso, en algunos casos, aumentar el detalle con la lupa. Así es como se multiplican mágicamente las imágenes. Catalejos telúricos, vasijas sin fondo, exoesqueletos, férulas de arcilla, nidos. Todas las asociaciones y ninguna. La gracia de las piezas de Miranda Sarkis radica en una combinación adecuada entre la latencia asociativa de la forma y la precisión de su función.

 8-Las avispas alfareras, las termitas, los horneros, construyen sus nidos con saliva, tierra, fibras vegetales, piedritas. Oscilando entre formas tubulares y esféricas, más o menos abiertas, más o menos irregulares, la perfección geométrica cede paso a las necesidades de cobijo y a una manufactura de añadiduras pequeñas y pacientes cuya escala está signada por el tamaño del pico y la cantidad de constructores.  Las esculturas de Miranda Sarkis preservan la escala de la mano, la relación cercana con el cuerpo, alimentando aquella posición político-afectiva de los artistas que deciden traer al mundo objetos abrazables.   

 

Verónica Gómez

Septiembre 2024

 

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2024

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