Un mundo aparte del mundo

Julia Romano – 6 de abril al 9 de junio del 2018

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En su ensayo de 1917 “La tradición y el talento individual”, T.S. Eliot defendía la idea de que el artista debe aspirar a encontrar un medio en el cual las impresiones y experiencias se combinen de un modo inesperado, al margen de cómo lo hacen en la vida real.
El mundo aparte del que esta muestra nos habla, se compone de la misma manera que aquellos tableros en los que minuciosamente seleccionamos imágenes  -fragmentos de realidad aparentemente inconexos- para formar una trama que dé cuenta de aquello que, desde nuestra visión del mundo circundante, merece ser rescatado del silencio cotidiano.
En el fondo de esta propuesta yace la idea de que la naturaleza y el paisaje, son válidos en sus propios términos estéticos, esto quiere decir que nos son dados, no siguen modelos o imitan parecidos. Sin embargo, la imagen que tenemos de éstos es el resultado de un recorte ajustado para expresar la experiencia del artista que lo transita.
El ojo del observador funciona como el haz luminoso de un faro, una suerte de punto de fuga del infinito hacia el que todo converge. Creador y espectador se convierten en ordenadores del mundo visible, de la misma manera en que en otro tiempo se pensó que el universo había sido dispuesto en función de alguna voluntad divina.
Como si de un ejercicio de búsqueda arqueológica de la composición de sus propias imágenes se tratara, Julia Romano traza la posible genealogía de unos paisajes que rompen los límites entre lo real, lo ficticio y lo imaginado.


Paula Lorén

Córdoba

Julio 2017

 


“todo lo real para mí no es más que una ficción”
Alfred de Musset


Si el paisaje es una versión inventada de quienes lo describieron, ¿cuál es entonces el límite entre la representación y la experiencia?
Para Mathieu Kessler en “El paisaje y su sombra”, el paisaje no es una realidad en sí, separada de la mirada de quien lo contempla. Entonces, esta infinidad de enfoques subjetivos sobre el espacio geográfico está influenciada por fragmentos de memoria, imágenes, percepciones, recuerdos de sonidos y sensaciones  -sucesión necesaria hasta poder ensamblar lo que podría materialmente ser un collage-.
Tal como las vedute, la composición del paisaje ideal podría reunir varios parámetros de fórmula perfecta, como amplias perspectivas, un correcto uso de la luz, una distribución de elementos  -arquitectónicos y personajes, por qué no-, todo en equilibradas proporciones que garanticen una experiencia amable y bella pero que a pesar de seguir reglas, nunca escaparía de la mirada de quien lo contempla.
Así como la concepción de las vedute fue obtener un recuerdo de una geografía determinada cual postal, una representación de lo real a que aferrarse, una materialidad donde plasmar los recuerdos; las construcciones de Julia son una pequeña ventana a sus propias vivencias, sucesiones de fragmentos delimitados en superficies de tamaños antojadizos, composiciones que se materializan sólo para invitar a ser recuerdo a las próximas escenografías en construcción.

[y así contar una historia que la trascienda]

Blanca Freytes
Córdoba

Julio, 2017


fecha de la nota: 7 de abril de 2018
medio: Diario La Opinión

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2018

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