Dentro de la tormenta

Lucila Palladino – 03 de diciembre 2021 al 04 de marzo del 2022

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El sonido de una insistente inscripción, muda, indicial e ilegible

 

I – Fuera de tiempo – conversaciones

 

Sería genial que lo escuches con los ojos cerrados – me dijo – a mí no me sale.

 

En una de sus derivas insistía en explorar el registro de diversos momentos donde trató de conseguir el silencio. El silencio que no pudo. Y compartía esa imposibilidad.

El sonido se instalaba, oído o intuido, en cada imagen que producía, en cada textura. Inmersivo como los aromas, como la luz o la ausencia de ella.

 

La humedad brota de los rincones, me gusta su olor, me da ganas de vomitar – había comentado.

 

Recuerdo un papel vegetal, ajado, manchado de grafito, cortado con la mano irregularmente, donde había escrito, como anotaciones recordatorias, con urgencia y tachaduras:

 

Estar en el medio – ni una cosa ni la otra/ cobarde y pajera para salir corriendo / inquieta para quedarme ahí – Ni suelta ni atrapada/ en el medio – y tras un espacio, otra nota, no sé si del mismo día.

 

Llegó un momento que dejamos de soportar las manchas de humedad, haciendo como que no existían, o quizás pasamos tanto tiempo que aprovecharon y se expandieron. El abuelo, con una cartulina blanca y cinta, las tapó. Era el único que usaba anteojos ahora.

 

Hablábamos, de las capas, de la inmensa cantidad de capas que construimos en nuestros planos de inscripciones. De las lagunas que construimos para encubrir.

En qué momento se sacralizan, cómo es que empezamos a percibirlas como un muro, como lugares aparentemente estables, estructurados por generaciones, aun, visiblemente destruidos, arrasados por diversas tormentas y tiempos.

 

Cada fisura configura un vestigio de algo que me resulta por momentos interno, propio, y a la vez, externo y desconocido – dijo – Algo me incomoda, pretendo inscribir, resaltar y remarcar aquellas zonas oscuras. Intentando dejar en evidencia aquello que me conforma y no se muestra. Me ilusiono y me encuentro con lo real, algo roto.  Los restos en el piso, el polvo dentro de mis ojos, el hedor del ambiente.

 

Fue hace unos años ya, y algo de esa percepción creo que sigue atravesando su devenir, su intensidad y su producción, que la arroja y nos arroja constantemente al borde de posibles abismos.

 

Yo no sé dibujar – creo que fueron de las primeras palabras que me dijo, y los dos nos reímos, pero no sé si de los mismo.

 

Con el tiempo y los sucesivos encuentros, nuestras conversaciones fueron derivando en fugas imprevisibles como su proceso y su trabajo.

 

 

II – Devenir trazo eludiendo la sombra del lenguaje

Podríamos arriesgar que de algún modo en estas prácticas o en estos trabajos de Lucila Palladino se daría una suerte de emergencia contingente, de dimensión singular, en la que la acción conlleva una modalidad de separación, de ella, de la sombra simbólica del Otro.

La palabra prescinde de la cosa, y el signo estaría prescindiendo de la palabra.

Claro que, como en la mayoría de las producciones poéticas, estaríamos también ante una operación de sublimación. Pero esta sublimación produciría una vuelta al objeto, no tanto como resto de la operación significante que cancela la Cosa, o el abismo, (como “la palabra que mata la cosa”), sino más bien como índice de ella, de éste.  Signatura, signo, índice de algo que en la imagen no está. Que no está explícito, delineado o visible.

Con esto, pareciera que Lucila, irrumpe y propone desplazamientos en el territorio de la percepción y también en el territorio del lenguaje. Donde la aparición, deriva y abordaje de la singularidad, o de la traza singular, se presenta irreductible a alguna universalidad. Tal vez, sobre todo, a la universalidad del significante.

Más que un trazo en función de una representación, se intuye una impronta única y particular. Lo singular, que se revela marcado por la repetición, por la necesidad de la repetición, de una repetición que se entrelaza con la contingencia más urgente.

Recurrentes signos irrepetibles sobre el soporte, sobre el plano de inscripción, en los bordes entre significado y goce.

 

El exceso de real, o abismo irreductible al significante y a la universalización, se manifestaría en la singularidad del trazo, del trazo como destino, o bien como convivencia radical de contingencia y necesidad.

Lo interesante sería que estos intersticios permiten la generación de posibilidad de la invención de mundos otros, susceptibles de imaginarse o activarse cuando se desbaratan o dislocan los trazados normalizados de la representación y normativos del lenguaje.

Porque el suspender la intencionalidad del trazo en una dimensión no reductible íntegramente a la dimensión semántica del lenguaje, hace que esa irreductibilidad, esa resistencia, se constituya como lugar vacío de otra posible representación o proyección.

 

III – Urgentes ensayos sobre el vacío

Percibo estas piezas como objetos que se producen sobre la base y la propuesta de un vaciamiento o suspensión de sentido, en las que preserva tanto la intensidad como el misterio.

Podría decir que aborda y problematiza lo irrepresentable de la representación, como exceso, o desborde, alojado en la misma “obra”. Tanto en sus dibujos como en la instalación.

 

Probablemente Lucila, en estas propuestas, no enuncia ni representa un abismo, pero se percibe que lo bordea, lo circunscribe, avanza confiada desde una falta, y organiza insistentes y provisorios ensayos inmersivos que a la vez funcionan de velos alrededor de él.

Una travesía en la que inexorablemente naufraga, y que la convoca y empuja a una práctica deseante, a una hermosa producción poética deseante

 

IV – Algo que en la imagen no está o se dificulta

Esta intensidad y misterio que ella cuida, preserva y explora, los alimenta de diversos

ritmos, secuencias, insistencias y recurrencias, tanto como de asfixias, silenciamientos y borrados. Silencios borrados

En unos trabajos, en la intención de borrar, inevitablemente el fantasma emerge.

Pareciera que nos incitara a buscar el objeto, la imagen, en calidad de ausente. Latencia de la vía del encuentro de esa ausencia que no deja de presentarse, con el que cada quien hace relación y duelo al margen de lo visible.

 

En otros trabajos respira la infructuosa acción de intentar llegar a la oscuridad, con presión e intensidad. Y de la mayor opacidad emerge el brillo. Reflejo que incomoda, que dificulta fijar la mirada en la imagen. Que imposibilita fijar la imagen en la mirada y nos induce a desplazarnos.

 

V – Dentro de la tormenta.  Sin distancia de rescate

 

Probablemente Lucila esté, conscientemente, dentro de desencadenadas tormentas en las que se permite la experiencia de habitarlas sin estar en punto fijo ni estable. Lo cual le genera un vértigo y un goce inmanejable, y muy fructífero en términos poéticos.

Recuerdo algunos trabajos, dibujos de ella de hace unos años, que se acercaban a cierta percepción escenográfica, a cierta representación de puesta en escena de atmósferas o espacios o territorios pos debacle, intentando diversas representaciones de la fractura, de la ruina o sus vestigios.

En los proyectos y trabajos actuales realiza un interesante y notorio desplazamiento de esta intención de representar la fractura, a la exploración de la fractura de la representación.

De una posible representación del abismo, al abismo de la representación.

Operaciones que proponen dejar en suspenso la puesta en lenguaje prefigurado.

Y en este deslazamiento hay muchas acciones y planos involucrados. Especialmente hay algo del cuerpx. Una especie de micropolítica poética del cuerpx implicado en la práctica, del deseo en fuga implicado en la práctica poética. Parafraseando a Suely Rolnik, un re agenciamiento de los modos de reproducción, un re agenciamiento del saber del cuerpx en la acción. En la que Lucila percibe y asume una dimensión poética de la pulsión.

 

Se arroja intuitivamente a prácticas de desestabilización de las formas predominantes de enunciación y de subjetivación, prácticas que de algún modo interfieren o abren un cuestionamiento a la tendencia o intención de captura de la fuerza vital, que intentan reducir la subjetividad a una experiencia de sujetx universalizadx, neutralizando las complejidades.

Tal vez lo que está en juego, dirimiéndose, es el desplazarse de la soberanía del juicio y cierta pretensión de control, y recuperar, re agenciarse de la soberanía de la percepción, de la mirada que da algo a sentir, a ver, que lo hace visible.

Probablemente a través de diversas derivas y sinuosos senderos ella asiste, de costado o de modo periférico, a su propia división, a tener presente su escisión.

Luiz Ruffato, en un texto que titula De la imposibilidad de narrar, comenta: “…comprendí que, en lugar de intentar organizar el caos, que más o menos es lo que objetiva o hace la novela tradicional, tenía que simplemente incorporarlo al procedimiento ficcional (…) Transformar las sensaciones colectivas en memoria personal (…)

Comprender que el tiempo no es paulatino y secuencial, sino sucesivo y simultaneo.  Asumir la fragmentación como técnica y la precariedad como síntoma”

La diversidad de atmósferas mutables y mutantes que surgen de estas acciones y de estas imágenes nos y la arrasan, arrastran y succionan.  Nos acercan la ilusión y la posibilidad de estar inmersos, de sentir la experiencia de estar en algo que a su vez está en nosotros.

 

Lucila en esta instancia ensaya afrontar una acción, una actitud-límite, que no busca limitar la experiencia juzgándola ni poniéndola en representación reconocible, sino, tal vez, procura exponer los propios límites y exponernos ante ellos.

La percibo lanzada, construyendo en la contingencia, montando y desmontando, articulando en función de diversas e imprevisibles conjunciones y devenires, en constante estado de posible mutación. Ella, su práctica y sus trabajos.

 

Muy atenta, voraz, y permeable para poder interactuar, sin saber previamente sus movimientos, procura indagar a la vez que genera imagen, dejando en suspenso el tener a priori un objetivo. Aborda un acercamiento y una práctica sin distancia que la resguarde, que la mantenga a salvo de la propia acción, que, inevitable, y de forma impredecible, la contaminan, la atraviesan y la modifican.

Intuyo que ni ella, ni la imagen, salen ilesas de cada ensayo, de cada experiencia.

 

Andrés Labaké

Artista visual, investigador y curador independiente

Buenos Aires, noviembre de 2021


fecha de la nota: 1 de diciembre 2021
medio: Diario Castellanos

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fecha de la nota: 1 de diciembre 2021
medio: Diario La Opinión

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fecha de la nota: 3 de diciembre
medio: Hipermedula

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